Una tarde soleada, decidí ponerme el sombrero más chulo que encontré. Todo iba bien hasta que una ola traviesa decidió que quería jugar con él. Lo vi flotar como un barco a la deriva mientras yo gritaba como un loco. Al final, el sombrero se convirtió en parte de la fauna marina. ¡Nunca olvidaré esa aventura! ¿Alguien quiere un sombrero de mar?

Pensé que sería una gran idea hacer una excursión de snorkel. Todo iba genial hasta que mi aleta se desprendió y me sentí como un pez fuera del agua. El guía, en lugar de ayudarme, se reía y me decía que nadara como si fuera un delfín. Al final, logré ponerme la aleta y vi un pez que parecía sacado de una película. ¡Una experiencia inolvidable!

Nunca pensé que aprender a bailar salsa sería tan complicado. Un amigo me convenció de ir a una clase mientras estábamos de vacaciones. Al principio, me sentía como un robot oxidado, pero después de varios intentos, logré moverme sin parecer un pato. Al final del día, no solo bailé, sino que hice amigos y me llevé una lección de vida: ¡el ritmo está en el corazón, no en los pies!